lunes, 30 de julio de 2012

Cerrando círculos

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida.
 

Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto.
 

O cerrando puertas. O cerrando capítulos.
 

Como quiera llamarlo.
Lo importante es poder cerrarlos.
 

Lo importante es poder dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
 

¿Terminó con su trabajo? ¿Se acabó la relación?
 

¿Ya no vive más en esa casa? ¿Debe irse de viaje?
 

¿La amistad se acabó?
 

Puede pasarse mucho tiempo de su presente 'revolcándose' en los por qués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cuál hecho.

El desgaste va a ser infinito porque en la vida, usted, yo, su amigo, sus hijos, todos y todas estamos abocados a ir cerrando capítulos. A pasar la hoja. Al terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir para adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado.
 

Ni siquiera preguntándonos por qué.
 

Lo que sucedió, sucedió.
 

Y hay que soltar, hay que desprenderse.
 

No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. No.
 
¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!

Por eso a veces es tan importante romper fotos, quemar cartas, destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa.
 

Papeles por romper, documentos por tirar, libros por vender o regalar.
 

Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.
 

Dejar ir, soltar, desprenderse.
 

En la vida nadie juega con las cartas marcadas y hay que aprender a perder y a ganar.
 

Hay que dejar ir, hay que pasar la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente.
 

El pasado ya pasó.
 

No espere que le devuelvan, no espere que le reconozcan, no espere que alguna vez se den cuenta de quién es usted'. Suelte.

El resentimiento, el prender 'su televisor' personal para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarlo mentalmente, envenenarlo, amargarlo.
 

La vida está para adelante, nunca para atrás.
 

Porque si usted anda por la vida dejando 'puertas abiertas', por si acaso, nunca podrá desprenderse ni vivir lo de hoy con satisfacción.
Noviazgos o amistades que no clausuran, posibilidades de 'regresar' (¿a qué?), necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que lo invadieron.
 

¡Si puede enfrentarlos ya y ahora, hágalo!
 

Si no, déjelo ir, cierre capítulos.

Dígase a usted mismo que no, que no vuelve.
 

Pero no por orgullo ni por soberbia sino porque usted ya no encaja allí, en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en ese escritorio, en ese oficio, usted ya no es el mismo que se fue, hace dos días, hace tres meses, hace un año, por lo tanto, no hay nada a que volver.

Cierre la puerta, pase la hoja, cierre el círculo.
 

Ni usted será el mismo ni el entorno al que regresa será igual, porque en la vida nada se queda quieto nada es estático.
 

Es salud mental, amor por usted mismo desprender lo que ya no está en su vida.

Recuerde que nada ni nadie es indispensable.
 

Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo, nada es vital para vivir porque cuando usted vino a este mundo llegó' sin ese adhesivo, por lo tanto es 'costumbre' vivir pegado a él y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy le duele dejar ir.


Es un proceso de aprender a desprenderse y humanamente se puede lograr porque, le repito, nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad.


Pero... cierre, clausure, limpie, tire, oxigene, despréndase, sacuda,suelte ...

Hay tantas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escoja, le ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. 


¡Esa es la vida! 

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viernes, 27 de julio de 2012

Perfil del hombre violento

En la prehistoria el hombre tuvo que volverse guerrero para proteger sus bienes, la mujer a cambio de ser cuidada cedió su relación de igualdad, restringiéndose al ámbito del hogar y los hijos.
 
En la actualidad la violencia se ha diversificado y ya no sólo sirve para proteger sino para fines que se han distorsionado provocando daños, maltratos, agresión física y verbal hasta llegar a los homicidios.
 
El escritor y premio Novel Octavio Paz menciona sobre el mexicano:
“…Plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés aun tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio…” (El Laberinto de la Soledad -1969)
 
Por su parte el Dr. Santiago Ramírez, Psicoanalista observa al mexicano como:
“Mártir de sí mismo. Débil y andrajoso, mutilado, preso de insomnios de vacío, confunde el amor con la sed el cariño con la flaqueza….lo cursi con lo bello, lo masculino con lo grotesco… por eso el mexicano mata….” (El Mexicano Psicología de sus Motivaciones-1994)

Partiremos desde la perspectiva psicológica del hombre violento para dar explicación a sus conductas que emergen desde su infancia, en un contexto familiar.

Principalmente ha sido un niño maltratado que sufrió abusos fiscos y/o sexuales en su familia de origen.
 
Fue testigo del maltrato que su padre dirigía a la madre.
 
Proviene de una estructura patriarcal rígida, con roles estereotipados.
 
Recibió exigencias severas de adaptarse al estereotipo masculino tradicional.
 
Su familia lo alentó a resolver problemas por medio de la fuerza.
 
Fue objeto de una crianza con mimos excesivos con una madre que, asumiendo un papel servil, lo liberó de toda responsabilidad y colaboración en el hogar estimulando su egocentrismo.
 
Fue rechazado con brutalidad o burlas cada vez que buscó afecto o cercanía física.

Estas son sólo algunas de las características que se han encontrado en la historias de hombres violentos, hasta aquí podríamos pensar en una victima más de una serie de penosos acontecimientos y explicaríamos que se trata solamente de una cadena de violencia y la agresión y los daños quedarían impunes dejaría de hablarse de delitos y se vería como algo normal.- pero el problema es mucho más complejo y parte desde las teorías biológistas que mencionan una determinación genética, hasta los ambientalistas que defienden el origen social o cultural de la agresividad.
 
Desde el campo psicoanalítico la agresión es una pulsión que puede ser alterada y modificada para funcionalidad y beneficio del hombre y no es sólo un instinto irreprimible sin posibilidades de modificación, hay que resaltar que siempre que se explora un afecto se encuentra un aspecto cognitivo, entendamos entonces que es algo previamente aprendido.

Existen formas y características en estos roles rígidos y estereotipados para ejercer la violencia

EL JUEGO DE PODER Y DESEO DE CONTROL:
 
Un marido abusivo aspira a ejercer un poder y control total sobre la esposa, no sólo en lo que hace o deja de hacer.
 
Tenerla así dominada es una forma de alimentar una precaria seguridad en un 
hombre que en el fondo se siente inepto y vulnerable.

BAJA AUTOESTIMA
 
El hombre violento tiene una imagen muy negativa de sí mismo. Se siente como desvalido, miserable y fracasado como persona aunque pueda ser un profesional exitoso.
 
Está siempre a la defensiva, no pudiendo manejar su ansiedad y apurándose a acusar antes de que lo acusen. 

 POSESIVIDAD-CELOS.
 
Esta violencia se dirige a buscar la exclusividad queriendo ser el primero y el único en la atención de su pareja.
 
Cuanto más fiel y reservada, más celos le tiene.

DEPENDENCIA EMOCIONAL.
 
No ha logrado la separación e individuación desde el punto de vista del desarrollo psicológico, en consecuencia se le dificulta los límites entre él y su pareja. Y cada intento de separación es una catástrofe para él.

AISLAMEINTO EMOCIONAL Y MONÓLOGO INTERIOR.

El hombre violento no tiene contacto auténtico con el mundo, se manejan con códigos estereotipados o diplomáticos.
 
No es abierto, se muestra cauteloso, prefiere hablar sobre otros, por lo general de manera acusatoria, que sobre si mismo.

INTUICION NEGATIVA.

El hombre violento esta muy atento de su esposa, sabiendo sus puntos débiles y sus miedos.
 
Este punto le sirve como astucia ya que va variando sus actitudes según sopla el viento para él, pudiendo desconcertar a propios y extraños provocando confusión.

REPRESIÓN MUDA.

Esta es la más terrible de las armas que puede utilizar el hombre violento, complicándose la forma de probar lo que él hizo ya que la agresión la realiza con miradas, voz baja, actitudes que son percibidas y sufridas sólo por su mujer.(actitud de del gangster).
 
Esta situación provoca la confusión en los hijos ya que pueden sospechar de la veracidad de la agresión provocada por el padre.

ESTRATEGIAS PARA EVITAR LA REALIDAD

Se presenta una actitud de hostilidad y brusquedad que genera temor.
 
Elude la mirada de sufrimiento de su mujer e hijos y no quiere enterarse de las consecuencias de su violencia.
 
Argumenta y racionaliza para asilarse emocionalmente del deterioro que provoca a la familia, se le observa amargado, fanfarrón o tortuoso.

Con tales estrategias el hombre violento se defiende del conocimiento de que es él quien tiene un grave problema por solucionar.

jueves, 26 de julio de 2012

Visualización para las Relaciones de Pareja: Construyendo Amor.


La historia es siempre la misma una y otra vez. Al trabajar en terapia con parejas es claro que los muy diferentes problemas que enfrentan las parejas y los matrimonios en la vida diaria, acaban por llenar de emociones negativas los momentos de convivencia que deberían estar llenos de cosas agradables. Lo que al principio de una relación es emoción positiva, alegría, deseo y cariño, se va convirtiendo en una sensación de rutina, tensión, aburrimiento y enojo.

No es ninguna sorpresa que así suceda cuando observamos la constante acumulación de emociones negativas que se da en nuestra mente conforme pasa el tiempo y la convivencia con la pareja se hace más cotidiana y real, conforme más salen a relucir las diferencias y conflictos de personalidad al enfrentarnos a los problemas de la vida.
Las presiones económicas, la convivencia con la familia política, el estrés del trabajo, el tráfico, los berrinches de los hijos y demás eventos estresantes se combinan para generar estados de ánimo negativos que acaban por hacer peores las diferencias y conflictos normales de una relación.

Al principio, la convivencia con la pareja era una fuente de emociones positivas que nos alimentaban y ayudaban a olvidar, enfrentar o resolver el estrés de la vida. Luego la pareja se vuelve una de las más fuertes fuentes de estrés.

¿Qué pasó? Para ponerlo en términos simples, la alegría y bienestar de la relación se vio paulatinamente invadida por las emociones negativas de la vida diaria y de los propios conflictos de pareja. Esta invasión de lo negativo sucede porque nuestra mente se va acostumbrando poco a poco a asociar los momentos de convivencia de pareja con todas las emociones negativas. Día con día vemos y convivimos con nuestra pareja sintiendo en nuestros adentros estrés, enojo, angustia, etc. Así, día con día, se va reforzando en nuestra mente el hábito de asociar el estar con nuestra pareja con el vivir emociones negativas. El efecto es que llega un momento en que hasta sólo pensar en nuestra pareja hace que nuestro cerebro reviva las sensaciones negativas que se ha habituado a sentir en su presencia.

Es por esto que se da ese desesperante círculo vicioso en el que, aunque queremos tener una actitud positiva al convivir con nuestra pareja, acabamos conviviendo con un ánimo de pesadumbre, estrés o enojo. Obviamente esto hace que nuestra pareja también tenga una actitud negativa y refuerza nuestro malestar.

A veces es uno el que está más o menos de buenas y el otro, aunque intente evitarlo, acaba llenando el momento de sensaciones negativas. A veces es el otro, pero al final los dos se están acostumbrando a tener vivencias negativas en su relación. Así nuestros cerebros se habitúan aún más a asociar a nuestra pareja con vivencias negativas y ''la chispa" que había en la relación, se va perdiendo. Este círculo vicioso, refuerza el aprendizaje de negatividad en ambos y va acabando con la alegría de la relación.

¿Cómo romper con esta situación? Y sobre todo, ¿cómo limpiar la relación de las angustias, presiones, depresiones o enojos que la van volviendo displacentera? ¿Cómo recuperar la alegría, el deseo, el amor y el gusto de tener esa relación? En pocas palabras la solución real y duradera es hacer que nuestra mente cambie su entrenamiento y comience a asociar emociones positivas con la vida de pareja.

Si aunque sea uno de los dos miembros de la relación se decide a romper la espiral descendente y comienza a reprogramar y manejar sus emociones, bastará un poco de persistencia para crear ahora un círculo virtuoso que poco a poco volverá a llenar de emociones positivas la relación.

Si cuando menos uno de los dos se dedica a visualizar y cultivar emociones positivas asociándolas con los momentos en que convive con su pareja, llegará un momento en que la visualización haya transformado las emociones lo suficiente como para revertir el ciclo negativo. Cada vez que interactúe con su pareja, la visualización hará efecto en sus emociones y ahora, a pesar de que la pareja tenga un ánimo triste, angustiado o agresivo, el cónyuge que haya estado visualizando empezará a responder con tranquilidad, alegría, comprensión o amor. Obviamente esto hace que la otra persona vaya relajando y transformando sus emociones negativas poco a poco y cada vez más los encuentros de la pareja se van llenando de las emociones positivas programadas en las visualizaciones.

Como la otra persona tenderá a responder cada vez más con cariño y alegría, cada vez será más fácil al miembro que hace el trabajo de visualizar que sus visualizaciones sean vividas con más intensidad y se vuelvan más naturales y poderosas.

Así se rompe el círculo vicioso y se inicia un proceso virtuoso en la vida de la pareja. La convivencia cotidiana, que por supuesto siempre tendrá conflictos, se hace cada vez menos negativa y los momentos positivos de la relación se hacen más intensos y frecuentes. Es por esto que visualizaciones o los ejercicios de meditación combinados con visualizaciones son una herramienta poderosísima para mejorar la vida de pareja. Al romper el hábito de las respuestas negativas y construir nuevos hábitos emocionales positivos, la pareja vuelva a ser una fuente de bienestar que nos energiza a enfrentar la vida, en lugar de ser una carga más del día a día.
 
La clave de realizar visualizaciones efectivas es un ejercicio inicial de relajación bien diseñado, una actitud mental de disfrutar cada emoción que imaginas y, para el caso de la vida de pareja, un ejercicio de visualización bien diseñado en el que te veas a ti mismo respondiendo con alegría y bienestar en las diferentes situaciones cotidianas de la pareja, aún frente a las actitudes negativas de tu cónyuge.

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La indiferencia y el amor


miércoles, 25 de julio de 2012

Sentir culpa no sirve para nada

Culpa vs. Responsabilidad

¿Quién no se ha sentido culpable en su vida? Seguramente te ha pasado, que lastimas a otra persona sin querer y luego sientes una gran culpa. Todos cometemos errores, algunos insignificantes y otros muy importantes. El hecho es que cuando uno de estos errores afecta de alguna manera a otra persona, nos sentimos mal.


La culpa es un indicador de que estamos rompiendo una de las “reglas” sociales. Ya sean reglas establecidas formalmente, como respetar las señales de alto en la calle, o reglas implícitas o autoimpuestas como evitar herir los sentimientos de otros. La culpa se define como el estado emocional que surge de pensar que hemos actuado de manera indebida (ya sea que hicimos algo que no debimos haber hecho, o que no hicimos algo que debíamos hacer). La culpa es una actitud formada por emociones y pensamientos, que nos llevan a una sensación de auto devaluación. Es decir, la persona que siente culpa, se califica negativamente como persona, se siente mal consigo misma y se siente devaluada de alguna manera.


Generalmente, la culpa surge de manera automática, y nos puede servir como indicador de que algo en nuestra conducta no está en armonía con lo que nosotros consideramos adecuado. Sin embargo, quedarse con el sentimiento de culpa una vez que nos hemos dado cuenta de la situación no sirve de nada. Ni nos sirve a nosotros ni a la persona a quien hemos lastimado.


De lo que se trata realmente es de asumir nuestros actos, y hacernos responsables de enmendar las situaciones, hasta donde sea posible. Hay una gran diferencia entre sentirme culpable y sentirme responsable. La culpa me hace sentirme mal conmigo y me devalúa. Hacerme responsable me hace sentir mal hacia la conducta, pero me sigo sintiendo bien conmigo, aceptando que cometí un error, pero que eso no me devalúa como individuo. Pongamos un ejemplo:


Imagínate que estás a la mesa comiendo con un amigo. De repente en la emoción de la plática, haces un brusco ademán con tu brazo y tiras el vaso de agua que estaba frente a ti, bañando por completo a dicho amigo.


Los pasos a seguir para reaccionar con responsabilidad en vez de con culpa son:
1. Lo primero que haces es reconocer ante ti mismo que cometiste un error. Muchas personas se atoran en este paso, y no pueden aceptar ni ante ellos mismos que se equivocaron. Niegan su responsabilidad y la quieren poner en algo o alguien más. Pueden llegar a pensar incluso cosas como “que vaso tan inestable, por su culpa ahora mi amigo está todo mojado”. Debes aceptar ante ti que sí fuiste tú quien cometió el error.


2. Debes reconocer ante ti mismo también, que fue un error. Que no fue intencional, que eres humano y sí, a veces te equivocas, y que eso está bien y es inevitable. Este paso es fundamental, para que tú primero que nadie, te perdones a ti mismo.


3. Entonces debes disculparte. Hacerle saber a tu amigo, que honestamente lamentas lo sucedido, que no fue tu intención, y que asumes el hecho. Esta es la parte de asumir tu conducta, tu error, frente a los involucrados.


4. Después de esto, lo más adecuado es hacerte responsable del hecho en vez de sentirte culpable por él. Es decir, estar dispuesto a hacer todo lo que esté en tus manos para resolver, componer o pagar lo necesario para que la situación se arregle en la medida de lo posible. En el caso de tu amigo, quizá debas preguntarle cómo lo ayudas, alcanzarle unas servilletas, acompañarlo al baño para ayudarlo a secar su ropa, o llevarlo a su casa para que se cambie de ropa, o bien ofrecerle pagarle la tintorería, y si quieres exagerar, ofrecerte a comprarle nueva ropa (muy loco pero podría suceder, depende del caso). Dar opciones para arreglar aquello que tú “descompusiste” sería actuar responsablemente. Y aquí viene lo más importante: ESTO ES TODO LO QUE PUEDES HACER, NO PUEDES HACER MÁS.


5. Finalmente te será muy útil observar y entender lo sucedido para procurar que no ocurra otra vez. Aprender todo lo que sea posible de la situación, y seguir adelante.
Si te fijas, todos estos pasos tienen que ver contigo, no con el otro. No estamos ni siquiera considerando si el otro se enojó o no, si aceptó tus disculpas o no, si se ofendió o le dio risa. No lo mencionamos porque nada de eso depende de ti. Tú únicamente puedes hacer aquello que está en tus manos, que es reconocer, disculparte y resolver hasta donde te es posible. No puedes directamente cambiar las reacciones del otro. Si el otro se enoja y a pesar de tus disculpas te insulta y a pesar de que ofreces todas las soluciones posibles, el otro decide seguir enojado y no aceptar que no fue tu intención, ese ya es problema del otro, eso sí no es tu culpa.


Tal vez digas: “pero sí fui yo quien lo mojó, es mi culpa que esté enojado”. En parte si, pero volvemos a que una vez que tu ya hiciste lo que está en tus manos, ya no puedes hacer más. 


Ya no depende de ti. Tú ya hiciste lo correcto. Ya aceptaste tu error y ofreciste corregir el problema. Ya puedes estar en paz y tranquilo contigo. Si tú ya te perdonaste, puedes sentirte bien contigo, aún sabiendo que cometiste un error. Si el otro está enojado y tú quieres ayudarle con su emoción, puedes pedirle disculpas otra vez, puedes soportar su enojo sin enojarte de regreso con él, pero en realidad tú no puedes asumir responsabilidad por las reacciones de otra persona. Quizá puedas intentar ayudarle a que se sienta bien, pero no eres responsable de su mente y todo lo que trae en ella.


Esta es la gran diferencia entre sentirte culpable y sentirte responsable. Con la culpa sientes que tú estás mal, te sientes mal contigo (y eres susceptible al chantaje y manipulación de otras personas que necesiten manipularte). Al hacerte responsable te sientes mal con el hecho, con el error, pero te sientes muy bien contigo.


Hay una gran diferencia entre sentirse culpable y hacerse responsable. No se trata de decir “bueno, ya no me voy a sentir culpable de lo que hice y ahora hago como que no pasó nada”, ya que esto sería una actitud inmadura e irresponsable. Se trata de reconocer mi error y hacerme responsable de él. Solamente puedo hacer algo por remediarlo hasta cierto punto. Más allá de eso ya no puedo. Ya no depende de mí.


Tampoco se trata de andar por la vida actuando sin pensar y cometiendo errores a diestra y siniestra con una mentalidad de “si el otro se enoja, ese ya no es mi problema”, ¡No! Eso también sería una actitud inmadura, propia de un niño que no sabe medir las consecuencias de sus actos y no tiene conciencia de cómo sus actos repercuten en los demás y en su medio, ya que vive centrado en si mismo.


Se trata de aceptar que eres humano, que te vas a equivocar, y que eso es inevitable. Que sentirte mal contigo por esos errores no sirve de mucho. Que es mejor aceptar tus fallas como parte de tu naturaleza y del proceso de crecimiento, y actuar con madurez y con responsabilidad frente a los demás. Para esto se requiere de una alta autoestima y seguridad personal.


Aquí usamos un ejemplo de un error poco relevante, pero lo mismo aplica para cualquier equivocación. No importa la dimensión de ésta. Lo único que está en tus manos finalmente es reconocerlo, disculparte, intentar solucionarlo hasta donde es posible y aprender de ello. Muchas veces no hay solución para la situación, y ni modo, no sirve de nada culparte tampoco en estos casos. El sentirte culpable no va a regresar el tiempo. Hay que aceptar las cosas como son, asumiendo la responsabilidad de nuestros actos, y sintiéndonos bien con nosotros mismos en toda situación. Esto es en gran medida el resultado de haber trabajado una buena autoestima


Valorarte a ti mismo de la mejor manera y con toda profundidad frente a éxitos y frente a fracasos, frente a aciertos y sobre todo, frente a los errores, que son de las cosas más normales y comunes de la vida.


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martes, 24 de julio de 2012

Cómo puedes amarte a ti mismo?

Repite afirmaciones positivas
Escribe frases que te hagan sentir bien acerca de ti mismo y manténlas cerca de ti para repetirlas mentalmente o en voz alta siempre que sientas que baja tu ánimo.

Mira tus fotos

Ten fotografías tuyas en momentos en los que te hayas sentido feliz y pleno a la mano, en la computadora o en tu cartera, y míralas frecuentemente, recordando la emoción de plenitud y felicidad que tenías en ese momento, y dándote cuenta de que la puedes sentir ahora mismo.

Expresa amor

No podríamos pensar que alguien que se la pasa enviando mensajes de negatividad y odio es alguien que se ama a sí mismo ¿verdad? Trata de ver las cosas con una óptica positiva, expresa y manifiesta amor en todas las circunstancias, aunque cueste trabajo hacerlo.
Dile a tus amigos y seres queridos que los quieres, y siempre muestra una sonrisa a los extraños en la calle, abraza a la gente un poco más, y sé más amable. Cuanto más amor des, más se acumula dentro de ti y regresará.


Deja de preocuparte por la opinión de los demás

No importa si se trata de la opinión de un extraño o tu pareja, a veces dejamos que lo que otros piensan determine cómo vivimos nuestra vida. En última instancia, las reflexiones de otros sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos son irrelevantes - todo lo que importa es que te sientas bien contigo mismo.

Deja de tratar de encajar

Date gusto a ti mismo y ya.

Sigue un buen ejemplo

Todos tenemos personas o modelos a seguir que admiramos, elige bien. Rodéate de personas que admires y sigue los pasos de famosos que tengan buena imagen, buena autoestima y ayuden a los demás frecuentemente.

Escribe una carta a tu niño interior

Esto puede ser un ejercicio increíble en el perdón y el amor puro. Dile todo lo que le quieras decir, con amor, a ese niño que todavía habita en ti.

Sé impecable con tus palabras

Del libro de Miguel Ruiz, Los Cuatro Acuerdos, retomamos "Habla con integridad. Di solamente lo que quieres decir. No hables mal de otras personas. Usa tus palabras para elevar y difundir el amor. Sé honesto y amable con las cosas que dices.

Celebra tu cambio

Date cuenta de cómo eres mejor persona que antes, de los retos que has superado, el camino que has recorrido, de tu evolución como ser humano y festéjalo de alguna forma, hazte un regalo o cómprate algo que has querido, mientras sigues avanzando ese camino.

Ama a todos

Incluso cuando te hacen daño, incluso cuando no escuchan y aun cuando se comportan mal. Cuando amas, los milagros suceden y ese amor regresa.

Perdónate

Suena fácil pero no lo es, pero una de las primeras cosas que tienes que trabajar es la capacidad de perdonar tus errores del pasado y dejarlos ahí, en el pasado.

Simplemente, ámate a ti mismo

Sin importar las circunstancias, haz el esfuerzo de reconocer que eres lo suficientemente bueno, valioso y digno de amor.


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lunes, 23 de julio de 2012

Cómo ser feliz en medio de la frustración

En muchas ocasiones sucede que al revisar nuestros objetivos, nos damos cuenta de que no hemos logrado aquello que deseábamos, lo que nos habíamos propuesto lograr para determinada fecha, ya sea que nos hayamos quedado cortos, o ni siquiera estamos ni remotamente cerca de lo que pensábamos lograr.

Los objetivos más comunes que pueden generar frustración son: lograr un mayor ingreso, lograr un viaje, conseguir una pareja, formar una familia, cambiar de trabajo, bajar de peso, emprender un negocio, comprar una casa, etc.

La frustración de metas no alcanzadas puede ser muy intensa, y provocar ansiedad, depresión y baja autoestima. Nos atormentamos pensando en por qué no logramos lo que deseamos. Nos comparamos con otros que sí lo han logrado, y eso nos hace sentir peor, ¿cierto?
Bueno, la realidad es que si no has logrado lo que deseas al día de hoy, una sola cosa es definitiva: no has logrado lo que deseas hasta el día de hoy. No es ser redundante, sino que es un hecho. Lo que es, es. Si no lo has logrado, no lo has logrado y esa es la realidad. Por lo menos no lo has logrado hasta el día de hoy. Pero la verdad es que tienes dos alternativas al reconocer esta verdad: o la sufres, o la aceptas.

Si decides sufrirla, te pasarás un buen rato sintiéndote mal, triste, sin motivación, y preguntándote por qué tú no puedes ser feliz como otros. Te pelearás con esa realidad y te molestarás con la vida. Esto de ninguna manera va a cambiar la realidad, que es que al día de hoy no tienes aquello que deseabas.

Si decides aceptar esta realidad, dejarás de pelearte y de resistirte a ella. Esto te ayudará a algo muy importante que es: aceptar que las cosas son como son. El aceptarlo te permite relajarte y resignarte a esa realidad, lo cual a su vez te permite disfrutar aquello que sí tienes al día de hoy.

Muchos dirán “¡eso es conformismo!”, y la verdad es que tienen razón, si entendemos el conformismo como la habilidad de adaptarse a la realidad. Ser “conformista” no significa que ya no deseo mis metas, y que ya no voy a luchar por alcanzarlas. Ser “conformista” significa que tienes la capacidad de adaptarte a las circunstancias, y ser feliz con lo que sí tienes hoy día.

Un ejemplo: Imagina que llegas a una paletería con una gran ilusión de comprar una paleta de limón, y llevas ya varios días con antojo de paleta de limón. Entras a la paletería, pides tu paleta de limón, y te dicen: “se terminó la de limón, hay de naranja o de coco”. Puedes ir a otras paleterías pero por alguna razón en ninguna tienen de limón. Sólo hay de naranja o de coco.

Bien, pues tienes 2 alternativas: o haces un berrinche porque tu querías de limón, y cómo es posible que no haya, y te enojas con la vida, y con el paletero y con el universo, y sales de ahí con un intenso sentimiento de frustración, y sin paleta de limón; o aceptas el hecho de que el día de hoy no hay paleta de limón, y ni modo. Si no hay, pues no hay y ya. No hay más que hacer. Si lo aceptas y no te peleas, si te “conformas”, puedes permitirte disfrutar la paleta de naranja o la de coco, que es lo que sí hay el día de hoy.

Importante: no quiere decir que ya no te interesa la de limón, no es que seas mediocre por conformarte, claro que la deseas y mañana seguramente regresarás a ver si ya tienen de limón. El punto es que no dejas de disfrutar el presente, lo que sí tienes en tus manos, sólo porque no has logrado lo que deseas lograr. Lo sigues deseando y buscando, pero mientras tanto, disfrutas el hoy.

Piénsalo y decide si es más inteligente enojarte con la vida por lo que no has logrado, o mejor disfrutas lo que si es una realidad hoy, y mientras sigues en la búsqueda de aquello que anhelas, pero con una actitud de disfrute y alegría.

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jueves, 19 de julio de 2012

Piensas bien o piensas mal?

El Poder de las Afirmaciones

Seguramente has escuchado hablar de las afirmaciones y su poder en nuestra vida diaria. Pero ¿qué son las afirmaciones cómo es que funcionan?


A menos que tengamos una extensa práctica de meditación y hayamos logrado silenciar el diálogo interno que ocurre en nuestra mente, todo el día nos estamos diciendo algo, a veces positivo, aunque la mayor parte del tiempo, negativo.


Defensores del poder de las afirmaciones como Louise L. Hay y Burt Goldman señalan que repetirnos frases sin darnos cuenta afecta nuestra vida en la medida en que “nos digamos” algo positivo o negativo.


Muchas de estas cadenas de afirmaciones que nos decimos repetidamente son creencias o deseos arraigados por años, pero sobre todo automáticos, a los cuales no les prestamos atención consciente, pero que influyen de manera sutil en nuestra forma de pensar y comportarnos.


De esta forma estaríamos atrayendo a nuestro entorno lo que nos repetimos sin cesar.
 

Entonces, ¿por qué no hacer de ello algo positivo y que impacte nuestra vida para bien?


Para usar afirmaciones en tu vida lo primero es construirlas de manera que ayuden a cambiar los patrones negativos y a instalar nuevas formas de pensar más positivas y adecuadas.En ese sentido, las emociones son la mejor guía para saber si lo estás haciendo bien.


Cuando una frase, ya sea negativa o positiva, resuena en tu interior y sabes que es cierta, te darás cuenta que es una creencia que tienes arraigada.
Por ejemplo, si la frase “Nadie es digno de confianza” te da una sensación de seguridad, de estar en lo correcto, quiere decir que tienes esa idea arraigada, a pesar de que la frase no sea verdad o no la hayas comprobado como cierta.
Igualmente si una frase positiva como “La vida me sonríe siempre” te hace sentir rar@, como que te estás diciendo una mentira, quiere decir que en el fondo no lo crees realmente.


La clave para comenzar a trabajar con afirmaciones que te ayuden a progresar es diseñar frases que al principio resuenen contigo aunque sea sólo un poco, ayudando a cambiar las creencias más arraigadas.


Por ejemplo, si tú crees que nunca llegará el amor a tu vida, y esa es tu idea arraigada, puedes comenzar a cambiar ese patrón de pensamiento con una frase sencilla que puedas aceptar, que resuene en tu interior y poco a poco cambie tu emoción de negativa a positiva, como por ejemplo “El amor existe”.


Con el tiempo podrías incorporar frases más profundas a medida que las aceptes, como “merezco amor” o “hay alguien para mi en el mundo”.


Las afirmaciones deben retar a tus opiniones negativas y cambiarlas, llevándote a un proceso de autoexamen en el que tomes conciencia de lo profundas que son tus ideas negativas y opiniones personales.


Para ello deberás diseñar tus frases con dos reglas básicas:
 
1.- Deben ser afirmaciones positivas, en tiempo presente y que seas capaz de creer.
 

2.- Deberán producir en ti una respuesta emocional positiva, por pequeña que esta sea.


Escribe tus afirmaciones en papel y repítelas varias veces al día, donde estés. Cuando puedas hazlo en voz alta, cuando no, piénsalas e imagínalas con intensidad. Si es posible, dilas frente a un espejo.


Para apoyar este trabajo, que al principio puede ser difícil, puedes conseguir aquí algunos audios subliminales que refuercen a nivel inconsciente una forma de pensar más positiva, y que te ayuden a cambiar lo que no te conviene por todo lo bueno que mereces.


Fuente

 

miércoles, 18 de julio de 2012

Aprovecha tus preocupaciones

Nos preocupamos por todo tipo de cosas, desde cómo vamos a conseguir el dinero para la renta este mes, si nuestros hijos van a llegar bien hoy a casa, si habremos cerrado bien la puerta al salir, si nuestro jefe estará satisfecho con la presentación que hemos preparado, si nuestra salud se encontrará bien, etc…


Hay preocupaciones de todos tamaños y todos pasamos por temporadas en las que afortunadamente no tenemos preocupaciones importantes, pero también hay días en que una o varias cosas nos preocupan.

¿Pero qué es la preocupación?

La preocupación es un estado natural de alerta del ser humano, en el que estamos percatándonos de algo que puede representar un problema (o amenaza) en nuestro futuro. Hablamos de que es un estado natural, ya que nuestro organismo está diseñado para detectar cualquier cosa que pueda representar un peligro, y se prepara para enfrentarlo de la mejor manera posible.

En realidad la preocupación es el detonador que nos lleva a tomar acción hacia algo. Hacia resolver aquello que pudiera representar un problema. Esto significa que la preocupación es en realidad algo muy útil e importante en nuestras vidas. ¡Qué te parece eso! Resulta que la preocupación no sólo no es mala, ¡sino que hasta es indispensable!


Simplemente imagínate cómo vivirías si nunca te preocuparas por nada. Sería un verdadero problema. No se te ocurriría prepararte para situaciones como el llenar el tanque de tu auto antes de salir a carretera, no voltearías para ver si viene un auto antes de cruzar una calle, y no evitarías que tu niño pequeño juegue con cerillos.

¡Simplemente no te preocuparía! Y ya puedes imaginarte los serios problemas que resultarían de esta falta de preocupación, al no poder anticiparte a una situación amenazante.

Si la preocupación es tan necesaria, ¿por qué vivimos peleados con las preocupaciones? ¿Por qué decimos cosas como “quisiera llevar una vida libre de preocupaciones”? La respuesta es que solemos quedarnos estancados en la fase de la preocupación.

Como su nombre lo dice, “preocuparse” implica pre-ocuparse. Es decir, es una fase previa a tomar acción. Una vez que surge en nosotros el aviso instintivo de un posible problema o amenaza, el siguiente paso es tomar acción para evitarlo, y en ese momento desaparece por completo esa sensación angustiosa que conocemos como preocupación.


El problema es que muchas veces nos preocupamos por algo, pero nos estancamos en estar preocupados y nunca pasamos a la fase de las soluciones. Nos pasamos horas o días pensando en el problema, en todo lo malo que puede resultar de esa situación, en lo terrible que sería que aquello sucediera, etc. Pero no hacemos nada.

Si tienes una situación que te preocupa en tu vida, te recomendamos seguir los siguientes pasos:


1. FASE DE PREOCUPACIÓN. Identifica claramente qué es lo que te está preocupando. Escríbelo. Que sea una frase clara y concisa, por ejemplo: “me preocupa quedarme sin empleo”, “me preocupa que mi pareja se moleste conmigo”, “me preocupa que llueva mañana que es el día de mi boda”, etc.


2. ¿ESTÁ EN MIS MANOS HACER ALGO? Pregúntate si aquello que te preocupa es algo que tu tienes manera de evitar o de modificar. Por ejemplo, quedarte sin empleo o que tu pareja se moleste contigo, aunque sí pueden depender de factores externos a ti, también hay cosas que tu podrías hacer para evitar o minimizar las probabilidades de
que sucedan. Sin embargo, que llueva mañana en tu boda es algo que definitivamente está totalmente fuera de tu control.



3. FASE DE SOLUCIONES. Si puedes hacer algo por evitar lo que te preocupa, haz una lista escrita de todas las opciones que se te ocurran para resolverlo. Es importante que anotes todo lo que se te ocurra, sin importar mucho si es lógico o no. Eso lo verás después. En este momento lo importante es que abras tu mente y la orientes a pensar en soluciones. En todas las que se te ocurran.


Una vez que tengas una lista con varias posibles soluciones, entonces sí vas a descartar las que de plano no vienen al caso o no son factibles, hasta quedarte con dos o tres que realmente son viables. Al tener dos o tres soluciones posibles, no sólo puedes pasar de la preocupación a la acción, sino que tienes diferentes alternativas en caso de que una
solución no funcione.



4. SI NO ESTÁ EN TUS MANOS. Si una situación que te preocupa no está en tus manos solucionar, entonces lo único que puedes hacer es decidir con qué actitud enfrentarlo. 


Supongamos que quisieras que no hubiera tráfico para llegar a tu casa, pero al salir de tu oficina te encuentras con un terrible mar de autos. Esto es algo que tú no puedes
evitar. No está en tus manos resolverlo y de todos modos tienes que pasar por ese tráfico (¡a menos que decidas no regresar a tu casa!).



Si estás frente a una situación que no deseas, pero que reconoces no está en tus manos resolver, lo único que te queda es decidir si lo vas a sufrir o no. Si de todos modos vas a pasar por el tráfico, puedes pasarlo enojándote todo el camino, o adoptando una actitud de resignación y fluir con la situación. Tal vez puedes incluso encontrar algo que hacer mientras llegas a tu casa, que te haga el camino más agradable.

Como hemos visto, la preocupación es muy útil y necesaria. El punto importante es no quedarse ahí, no hacer de esta fase una fase permanente, sino que sirva para detectar el problema y pasar a la fase de soluciones.



Así es que la próxima vez que algo te esté preocupando, sigue los pasos mencionados aquí y verás lo bien que te sientes cuando sales del estancamiento de la preocupación y comienzas a tomar control de la situación y/o de tus actitudes.


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martes, 17 de julio de 2012

Cuales son tus hábitos emocionales?

Se dice que el hombre es un animal de costumbres. Se dice bien. Los hábitos emocionales son el factor más importante en las vidas de las personas que tienen éxito y de las que siempre fracasan. Son la influencia psicológica más importante en la felicidad, la depresión, la angustia, la ansiedad, la impulsividad, la baja o buena autoestima y la seguridad en uno mismo.


Además, marcan la diferencia entre quienes están protegidos de las adicciones y quienes caen en ellas, quienes viven atrapados por pensamientos, emociones y conductas destructivas y quienes las superan con efectividad. Son la diferencia entre quienes construyen relaciones plenas de pareja, de familia, de trabajo y quienes las destruyen. Los buenos hábitos emocionales son la marca principal de las personas que educan hijos felices y seguros.


Piénsalo un poco. Tus hábitos han marcado tu vida en el pasado y la marcarán en el futuro. Si durante mucho tiempo tu mente y tu cuerpo se acostumbran a funcionar generando actitudes útiles y positivas toda tu vida se mueve hacia la satisfacción y el bienestar. Y cuando hay problemas, crisis económica, épocas difíciles, esos hábitos tan arraigados ayudan a encontrar fuerza, seguridad y resultados positivos.


Inclusive los buenos hábitos ayudan a tener mejores contactos de trabajo y negocios, porque las personas que pueden abrir oportunidades y ayudar a quienes tienen problemas, ofrecen su ayuda a aquellos amigos o conocidos con quienes se sienten bien, con quienes sienten una relación agradable y positiva y en quienes pueden confiar por ser personas seguras, positivas y capaces.

Los malos hábitos hacen lo contrario. Generan problemas, destruyen relaciones, arruinan hasta las mejores oportunidades. Y conforme más fuertes sean, más resistentes y estorbosos son para traer bienestar a nuestra vida.

Así, resulta muy inteligente observar nuestros hábitos y hacer poco a poco los ajustes necesarios para hacerles más útiles y satisfactorios. En especial hay que cuidar cultivar buenos hábitos emocionales y de pensamiento. Cuidar hacer crecer nuestra personalidad hacia actitudes más productivas, positivas y armoniosas con los demás. Entre más superemos y transformemos nuestra forma de ser, más se transforma nuestro mundo y más alegre y plena es nuestra vida y la de los nuestros.

La grandeza de la vida de un ser humano viene de su interés y su capacidad para crecer su mundo emocional, su mundo interior. La llave está en aprender a transformar tus hábitos emocionales.


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lunes, 16 de julio de 2012

Te están manipulando????

A todos nos ha pasado ser víctimas de algún tipo de chantaje emocional. Es casi inevitable serlo en ocasiones e incluso todos somos culpables de chantajear a otros.... sin darnos cuenta, claro.

¿A qué nos referimos con chantaje emocional? Bueno, si alguna vez te has dicho algo como: “mejor ya no le digo nada, no se vaya a enojar”, o “prefiero no decirle la verdad para no lastimarla”, entonces sin darte cuenta has sido víctima de un chantaje emocional.

Con esto no queremos decir que necesariamente hay que ser descarados e insensibles a los sentimientos de los demás, ni que cada vez que decidimos cuidar lo que otro siente forzosamente se trata de un chantaje emocional. No se trata de eso. Se trata de identificar si hay personas con quienes se da constantemente el que no puedas hablar con absoluta sinceridad ya que eso resultaría en que se moleste o se ofenda.

Piensa es si es tu caso con alguien cercano a ti. Hay personas que nunca se atreven a decirle a su madre lo que realmente piensan porque saben que se ofendería. O no le dicen a su pareja que no quieren ir a cierto restaurante porque saben que se molestaría.

Cuando tememos que el otro se moleste o se ofenda, nos limitamos a decir lo que realmente sentimos y pensamos, hacemos a un lado nuestras necesidades, y entonces somos víctimas de un chantaje emocional.
Muchas veces la otra persona “se ofende” o “se molesta” con facilidad, porque ha aprendido que de esa manera logra que los demás le den gusto en vez de contrariarlas. Esto es algo que hacen de manera inconsciente claro está (por lo menos la mayoría de las veces es así). Y la verdad es que les funciona muy bien porque efectivamente los demás prefieren darles gusto y callarse sus propias necesidades.

Lo cierto es que cada vez que tú decides callar tus necesidades por temor a causar una molestia en otra persona, en realidad estás cuidando lo que tú sientes, no lo que siente el otro. Estás cuidando no sentir la culpa o el miedo que sientes cuando alguien se ofende o se molesta contigo, y con tal de evitar eso, mejor cedes y le das gusto.

Ahí es cuando eres víctima de un chantaje emocional, que muchas veces la otra persona ni siquiera lo hace con intención, pero tu te enganchas de inmediato.

La mejor manera de evitar caer en estos chantajes, es en vez de evitar causar emociones negativas en ti o en la otra persona, hablar sobre lo que sucede. El mejor antídoto para un chantaje es hablarlo. Poder decir algo como “Me doy cuenta de que te has molestado por lo que te dije. Me gustaría saber qué te molesta de eso”, o “Veo que te ofendiste conmigo por lo que comenté, me puedes decir qué te ofendió?”

Abordar de manera directa la situación abre las puertas al diálogo y elimina cualquier tipo de chantaje emocional y desarma a la otra persona. Las personas con una alta autoestima son las que pueden enfrentar con mayor facilidad las molestias y los desacuerdos con los demás, sin sentirse amenazadas o vulnerables. Sin sentir que tienen que hacerse a un lado para darle gusto al otro. Las personas con una autoestima sólida saben manejar y mediar entre sus propias necesidades y las de los demás, sin dejarse aplastar pero sin aplastar al otro. Se trata de llegar a un acuerdo que beneficie y atienda las necesidades de ambas partes.

Así es que pon atención a la manera como te relaciones con los demás, y qué tanto haces tus necesidades a un lado, o que tanto puedes manifestarlas y escuchar las de otros para llegar a un acuerdo.

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martes, 10 de julio de 2012

La Indiferencia como actitud



Así como el desprendimiento saludable, el desasimiento sano y el verdadero desapego son signos de equilibrio mental y emocional, la indiferencia es un error básico de la mente y conduce a la insensibilidad, la anestesia afectiva, la frialdad emocional y el insano despego psíquico. Nada tiene que ver esta indiferencia con ese no-hacer diferencia de los grandes místicos debido a su enriquecedor sentido de unidad que les conduce a conciliar los opuestos y a ver el aliento supremo en todas las criaturas y circunstancias.
La indiferencia, en el sentido en el que utilizamos coloquialmente este término, es una actitud de insensibilidad y puede, intensificada, conducir a la alienación de uno mismo y la paralización de las más hermosas potencias de crecimiento interior y autorrealización. La indiferencia endurece psicológicamente, impide la identificación con las cuitas ajenas, frustra las potencialidades de afecto y compasión, acoraza el yo e invita al aislacionismo interior, por mucho que la persona en lo exterior resulte muy sociable o incluso simpática. Hay buen número de personas que impregnan sus relaciones de empatía y encanto y, empero, son totalmente indiferentes en sus sentimientos hacia los demás.

La indiferencia es a menudo una actitud neurótica, auto-defensiva, que atrinchera el yo de la persona por miedo a ser menospreciado, desconsiderado, herido, puesto en tela de juicio o ignorado. Unas veces la indiferencia va asociada a una actitud de prepotencia o arrogancia, pero muchas otras es de modestia y humildad. Esta indiferencia puede orientarse hacia las situaciones de cualquier tipo, las personas o incluso uno mismo y puede conducir al cinismo. Hay quienes sólo son indiferentes en la apariencia y se sirven de esa máscara para ocultar, precisamente, su labilidad psíquica; otros han incorporado esa actitud a su personalidad y la han asumido de tal modo que frustra sus sentimientos de identificación con los demás y los torna insensibles y fríos, ajenos a las necesidades de sus semejantes. También el que se obsesiona demasiado por su ego, sobre todo el ególatra, se torna indiferente a lo demás y los demás, al fijar toda su atención (libido, dirían los psicoanalistas más ortodoxos) en su propio yo.

Unas veces la indiferencia sirve como «escudo» psíquico y otras para compensar las resquebrajaduras emocionales; cuando esta actitud o modo de ser prevalece, la persona tiene muchas dificultades en la relación humana, aunque también, a la inversa, podría decirse que al tener muchas dificultades en la relación humana opta neuróticamente por la indiferencia, lo que irá en grave detrimento de su desarrollo interior, ya que para crecer y que nuestras potencialidades fluyan armónica y naturalmente se requiere sensibilidad, que es la quintaesencia del aprendizaje vital y del buen desenvolvimiento de nuestras potencialidades más elevadas, si bien nunca hay que confundir la sensibilidad con la sensiblería, la pusilanimidad o la susceptibilidad. Muchas veces la indiferencia sólo es una máscara tras la cual se oculta una persona muy sensible pero que se autodefiende por miedo al dolor o porque no ha visto satisfecha su necesidad de cariño o por muchas causas que la inducen, sea consciente o inconscientemente, a recurrir a esa autodefensa, como otras personas recurren a la de la autoidealización o el perfeccionismo o el afán de demostrar su valía o cualquier otra, en suma, «solución» patológica. En la senda del desarrollo personal, es necesario desenmascarar estas autodefensas y «soluciones» patológicas para que puedan desplegarse las mejores potencialidades anímicas, que de otro modo quedan inhibidas o reprimidas e impiden el proceso de maduración. Esta autodefensa que es la indiferencia se acrisola ya en la adolescencia, en muchos niños que recurrieron a la misma para su supervivencia psíquica, fuera por unas insanas relaciones con las figuras parentales o por su exceso de vulnerabilidad en la escuela y en el trato con sus compañeros o por otras muchas causas a veces no fáciles de hallar. Para ir superando este error básico que es la indiferencia, la persona tiene que abrirse e irse desplegando, aun a riesgo de sufrir, pero asumiendo todo ello como un saludable ejercicio para lograr su plenitud y no seguir mutilando sus mejores energías anímicas y afectivas.

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viernes, 6 de julio de 2012

La melancolía

La melancolía o estado melancólico es un trastorno cuyo tratamiento se equipara al que se aplica a los cuadros depresivos.

La melancolía no se considera como una entidad independiente en el Manual de los trastornos mentales (DSM-IV), sin embargo, desde un abordaje psicoanalítico, la melancolía se constituye como un factor de gran importancia, considerándose como una subcategoría de la psicosis. En la psicosis se tratan dos trastornos muy conocidos, como son la paranoia y la esquizofrenia. La melancolía sería el tercero. En la melancolía destaca la posición subjetiva en la que los objetos adquieren características de totalidad. Otro de los rasgos característicos de la melancolía reside en su alternancia con una postura maníaca, por lo que, además de la depresión, también comparte ciertas semejanzas con el trastorno bipolar.
La tristeza o depresión endógena no es un trastorno que se pueda modificar a voluntad, a pesar de los esfuerzos que pueda haber por parte del enfermo. Tampoco, como sugiere Víctor Hugo con su cita: “La melancolía es la felicidad de estar triste”, la melancolía es una enfermedad de la cual el enfermo se sienta orgulloso.

De hecho, se experimentan sentimientos de incapacidad para enfrentar el futuro así como para llevar a cabo cualquier esfuerzo para modificar el estado actual. La profunda desconexión con la realidad, la falta de esperanza, e incluso la extrañeza frente al propio estado, hacen que el individuo suela requerir ayuda para superar este estado.

¿Qué es la melancolía?

La melancolía es una forma diferenciada dentro de los trastornos depresivos. En los últimos años la psiquiatría, fundamentalmente la alemana, prefiere utilizar el término melancolía cuando se refieren a una depresión clínica, retomando de este modo el concepto hipocrático de la melancolía como una enfermedad del ánimo.
En la melancolía se observan alteraciones del pensamiento, de las emociones, así como motoras y vegetativas. Por lo común, suele equipararse a un subtipo de la depresión mayor, abordándose un tratamiento como si de una depresión grave se tratara. En la melancolía deben considerarse de gran importancia los factores genéticos y biológicos. En el segundo caso se obtiene una respuesta más positiva, por lo general con el empleo de antidepresivos.

Síntomas de la melancolía

Entre los síntomas que podrían considerarse más característicos de un estado melancólico se pueden destacar la pérdida de placer en la práctica totalidad de actividades o la ausencia de respuesta en aquellos estímulos que antaño resultaban placenteros: de hecho no mejora el estado melancólico cuando sucede algo bueno, tan siquiera en el primer momento.
La melancolía, aunque guarda relación con la tristeza, hay que entenderla como una entidad independiente del estado de ánimo, ya que se experimenta de forma distinta a otros tipos de tristeza.
En los estados melancólicos, uno de los peores momentos suele ser por la mañana. Es habitual un despertar precoz, que puede adelantarse hasta dos horas del horario habitual. Otros síntomas habituales son el enlentecimiento o la agitación psicomotor, ausencia de apetito y pérdida de peso o sentimientos de culpa excesivos y fuera de lugar.

martes, 3 de julio de 2012

El divorcio emocional

En ciertas parejas, el Divorcio Emocional se da mucho antes del Divorcio Físico, pero en la mayoría de los casos, el Divorcio Emocional puede tardar años en darse y en ocasiones, nunca se logra, de modo que la relación de entre estas dos personas se convierte en una especie de cárcel de angustias de la que sus víctimas no pueden escapar tan fácilmente.

Un divorcio emocional ocurre cuando una persona logra romper exitosamente el lazo emocional que tiene con otra persona, rompiendo la primera imagen donde proyectaba un ideal, donde había conformado la “imagen del Amor perfecto, del Amor soñado”.

Cuando dos personas se encuentran y forman una unión romántica, ambas tienen necesidades emocionales las cuales son satisfechas por la pareja, hasta llevarlo al límite del compromiso. Y justo ahí todo comienza a desvirtuarse.

Mientras más “enamoradas” estamos, amigas, más dependemos de la persona que intenta satisfacer nuestras necesidades emocionales, porque nos sentimos mucho mejor cuando creemos que hay alguien en nuestra vida que nos está proporcionando el amor, la atención, ayuda, etc., que creemos necesitar, que deseamos. Le damos mucho valor a esa persona y esperamos que ella siguiera satisfaciendo nuestras necesidades emocionales.

Sin embargo recordemos que mientras ambas personas se sientan satisfechas consigo mismas y logren acompañarse en la vida, puede darse una pareja que crezca tanto individual como en su relación. Ahora bien, si pretendemos que la otra persona sea como yo quiero y viceversa no puede haber comunicación ni entendimiento, ya que pretendemos comunicarnos con nosotros mismos, no en balde se dice que el enamoramiento es narcisista.

El divorcio emocional se gesta en el nido de la pareja, alejándonos. Convirtiéndonos en extraños.

Lograr un divorcio emocional es un proceso difícil que requiere que el individuo esté dispuesto a trabajar fuertemente. Muchas personas necesitan ayuda profesional para poder pasar este proceso. Por eso se recomienda la terapia, ya que dar palabras a lo que de otro modo no puede expresarse, ocasiona una liberación. El papel del terapeuta es facilitar ese proceso de duelo personal, interior, llevándolo a ser compartido (si es el caso) con la otra persona. O suscitando la toma de conciencia y la toma de decisiones por parte de los miembros de la pareja.

En cualquiera de sus presentaciones, por lo general, al menos para uno de los miembros un Divorcio es difícil, y a veces el superarlo, la separación es toda una odisea y más cuando existen hijos de por medio, ya que ellos son otra historia dentro del mismo y generan nuevas relaciones, nuevos vínculos.

El momento de la separación, aunque ésta haya sido deseada, la mayor parte de las veces es dura: son muchos los cambios internos y externos que se provocan.

Si vemos la Escala de Evaluación de estrés, aplicada en las grandes ciudades de la actualidad, la separación matrimonial se encuentra ubicada en segundo lugar. Cambia el entorno, la relación con los vecinos, con los amigos y los hijos, acecha el fenómeno de la soledad y “el volver a empezar”, pero también quedan el dolor por “el fracaso”, el temor a no volver a formar pareja y el reinicio de la vida sexual. En esto no hay reglas y sí infinitas variaciones.

El primer dato a tener en cuenta es cómo fue la vida sexual, emocional, de vinculación de esa pareja que se deshizo porque eso también condiciona: si era relativamente satisfactoria quedará una cierta nostalgia con la añoranza de los códigos comunes y los placeres vividos, entrando, muchas veces, en colisión con nuevas relaciones que se puedan encarar.

Si pudiéramos hablar de etapas previas al divorcio emocional, según lo que me han dicho las parejas en el consultorio, sobre todo para aquellas en donde no están traslapando con otra relación, serían las siguientes:

EN LA PRIMERA ETAPA: resentimiento, reacciones de odio, palabras de humillación, conflictos cotidianos, chantajes emocionales, sensación de frustración, tristeza, ansiedad, impotencia, pérdida de apetito o del sueño, fatiga crónica, entre otras.

EN LA SEGUNDA ETAPA: necesidad de recuperación, frustración agudizada, descontento físico, alejamiento de relaciones nuevas, incapacidad para sostener cualquier responsabilidad o enajenación a través de sobrecarga de responsabilidades, odio hacia la ex pareja amorosa, daños planeados, auto-aniquilación, ganas de no despertar nunca, aislarse o morir, reacciones disparatadas, y pueden aparecer algunas fobias sexuales, etc.

EN LA TERCERA ETAPA: viene la aceptación y el darse cuenta de que la vida no se ha acabado, que el sol volvió a salir.

La separación matrimonial cambia el entorno, la relación con los vecinos, con los amigos y los hijos, acecha el fenómeno de la soledad y “el volver a empezar”, pero también quedan el dolor por “el fracaso”

En terapia, se trabaja sobre el plano emocional y afectivo. Ayudamos a la persona a dejar de ver el divorcio emocional como “otro fracaso en mi vida” para convertirlo en “una decisión tomada a tiempo”.

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