La vida está hecha de éxitos y de fracasos y el fracaso, aunque nos produzca sufrimiento nos ayuda a templar el carácter.
Se aprende más con los fracasos que con los éxitos porque nos obliga a
analizar desde otra perspectiva los hechos que no han dado los
resultados esperados.
Los proyectos que llegan a buen término son los que han tenido en
cuenta tanto la idea creativa como la realidad y a veces la creatividad
se adelanta tanto que no puede germinar en un terreno que todavía no
está preparado. Por esta razón el fracaso no significa siempre que nos
hayamos equivocado.
Grandes genios de la humanidad fracasaron durante su vida sufriendo
indiferencia y miseria; y recién después de muertos fueron
reconocidos.
El fracaso disminuye la autoestima y provoca la aparición de
desconfianza y duda sobre nuestros proyectos. Es como caer en el vacío
porque nosotros éramos ese proyecto y nos quedamos sin saber qué hacer.
Los proyectos deben descansar sobre bases sólidas, realistas,
coherentes y no deben abarcar demasiado; pero si nos sorprende el
fracaso no hay que dejarse vencer por el desaliento. Asumir el fracaso y
empezar de nuevo con tenacidad, fortalece.
Cuando estamos pendientes de los resultados, la esperanza le da
sentido a la vida, sin darnos cuenta que el proceso creativo, que se
desarrolla en el aquí y ahora, tiene valor en sí mismo
independientemente del producto.
El descontento nace con la necesidad de reconocimiento. Necesitamos
que los otros nos confirmen lo que nosotros dudamos, la verdad sobre
nuestro propio valor, que no se puede medir por todo lo que hacemos
porque somos mucho más que nuestras obras.
Lo mejor es ser honestos con nosotros mismos y actuar con honestidad
dando lo mejor para el bien propio y de los demás, porque vale más la
intención que el objeto.
Cada ser humano es único y la vida es una oportunidad para
desarrollar el potencial con un estilo propio y una forma singular de
expresarlo.
La mayoría de las personas fracasan en sus proyectos antes de tener
éxito, pero lo valioso es el intento y seguir adelante, porque el
fracaso no define nuestra personalidad que no debe sentirse subestimada
por los obstáculos.
Conocer nuestras aptitudes y limitaciones es vislumbrar nuestro
propósito y nuestras fronteras y el desconocimiento propio y la baja
autoestima atentan contra nuestro desarrollo. Extraer de uno mismo lo
mejor e intentar concretarlo, sin miedo al fracaso, es la mejor fórmula
para vivir una vida plena.