El sarcasmo, que en general toma la forma de chiste o comentarios
mordaces dichos como broma, suele ser una forma de violencia no
considerada como tal.
El sarcasmo es ingenio que hace reír, pero que necesariamente hiere.
En muchos sentidos, es burla malintencionada que se disfraza mediante la
ironía. Sin embargo maltrata. Es una forma de crítica, creativa, pero
no menos dañina que la ofensa o el insulto directo.
La palabra proviene de la expresión griega compuesta por "sark-asmo",
cuya traducción más o menos literal sería "morder carne". Una forma
sutil de decir que está pensando para herir.
El
Diccionario de la Real Academia Española lo define como: "
Burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo". El
Diccionario Manual de la Lengua lo define como: "
Dicho irónico y cruel con que indirectamente se molesta o insulta a una persona".
Por lo tanto, el elemento básico del comentario sarcástico es la
mordacidad, la crueldad, la ofensa y el maltrato. En ese sentido, es
premeditado.
Sarcasmo e inteligencia
La burla sarcástica sólo se dirige a personas inteligentes que pueden
captar la ironía de lo que se dice y de esa forma acusar el golpe.
Quien se mofa de un animal o de un objeto raya en la locura, para que la
burla surta su efecto se necesita inteligencia.
Renato Descartes (1596-1650), el filósofo de la razón, definía la burla como una "
especie
de alegría mezclada con odio que nace cuando descubrimos algún pequeño
mal en una persona a la que consideramos merecedora de él. Se siente
odio por ese mal y alegría de verlo en quien es digno de él".
Es la gran paradoja del sarcasmo, que nace precisamente en la capacidad de observación y en el análisis.
En la misma línea de pensamiento
Alfonso Fernández señala que la burla está relacionada con el desprecio que es una acción que "
conlleva,
inexorablemente, alguna acción (como la propia burla) mediante la cual
se busca el desprestigio y, si fuese posible, hasta la destrucción de la
fama o el buen nombre de aquél a quien se desprecia". Por lo tanto, existe premeditación y alevosía en su uso malintencionado.
Emmanuel Kant (1724-1804), con la lucidez que lo caracteriza, señala que "
a
través de la burla se degrada más al hombre que con la maledicencia, ya
que se le convierte en un objeto de hilaridad ante los demás,
haciéndole perder todo tipo de valor y dejándole a merced del
menosprecio". En otras palabras, se utiliza la burla porque se
pretende negar el valor de alguien y lograr que del desprecio se pase al
menosprecio, que es finalmente un acto de indiferencia, el máximo
desprecio.
Tomar en serio la burla
Fernández acota un elemento que a menudo se pasa por alto, y es que "
las
burlas suelen ser muy serias; y esto es válido aún para aquéllas que
buscan la diversión a costa de los defectos del prójimo, ya que o bien
son castigo apropiado del que éste es merecedor, o bien ponen de relieve
la pura maldad y crueldad del burlador".
El burlador suele tener el poder, aunque sea momentáneo, para hacer
la chanza que realiza, puesto que sabe que con aquella forma de
expresión logrará su cometido de daño, desprestigio, sufrimiento o
desprecio.
No es cosa de poca monta señalar que si una persona es objeto de
constantes burlas y sarcasmos, puede caer en situaciones de estrés
emocional, conflictos de personalidad, dolor emocional y llegar a ser
destruido, tal como se observa en los estudios de
Bullying y
Mobbing.
La pareja y el sarcasmo
En la relación de pareja, el sarcasmo adquiere un valor especial,
puesto que dos personas que viven juntas, que comparten toda su vida,
incluyendo experiencias sexuales, llegan a tal grado de intimidad y
conocimiento mutuo, que dicha información se convierte precisamente en
el elemento más complejo de su relación, puesto que puede ser utilizada
como arma de maltrato o
agresión.
La burla de un extraño no tiene el mismo efecto que cuando el que
emite el sarcasmo es alguien que ha prometido amarnos y respetarnos.
El sarcasmo, en las parejas, es evidencia de un deterioro notable en
su relación, al grado que se comienza a utilizar esta forma de
comunicación que finalmente provoca el mismo efecto que la violencia
física o el insulto abierto.
La ironía sarcástica provoca más daño que la burla abierta puesto que
revela intencionalidad maliciosa, lo que deja en evidencia la mala
actitud que la persona que profiere la ironía tiene contra su pareja.
Violencia doméstica y sarcasmo
La violencia, en cualquiera de sus formas: física, psicológica,
sexual, económica, etc., es siempre evidencia de estar ante la presencia
de una persona que bajo el manto de la violencia esconde una mala
imagen de sí misma, baja autoestima e incluso abierto rechazo hacia sí
mismo.
Por eso que en las parejas, el que usa el sarcasmo como medio de
agresión, actúa constantemente a la defensiva, puesto que de alguna
manera no desea el mismo trato. Como dijera el escritor, aristócrata y
militar francés Francisco VI, duque de La Rochefoucauld (1613–1680): "
Sólo las personas despreciables temen ser despreciadas".
En la violencia doméstica siempre se da un juego perverso de poder y
dominación, en el que el que puede lograr que el otro se doblegue
mediante la agresión directa o sutil, alcanza su objetivo y compensa de
esa forma sus propias deficiencias. Por esa razón, el sarcasmo se
convierte a la postre en una herramienta útil al servicio de la
violencia cuyos efectos son siempre dañinos y devastadores para el
equilibrio emocional y físico de las personas objeto de la burla
maliciosa. Como diría Aristóteles (384-322 a.C.): "
Lo que causa placer a quienes cometen ultrajes es que piensan que el portarse mal les hace superiores".