lunes, 24 de octubre de 2011

La rivalidad entre hermanos

Las peleas y discusiones entre hermanos son frecuentes en todas las familias, en cierto modo, son un componente más de las relaciones fraternales, especialmente cuando los hijos son pequeños. El problema surge cuando esta rivalidad trasciende los parámetros de lo que se puede considerar natural en esa relación y se perpetúa en el tiempo, enrareciendo las relaciones entre hermanos, incluso cuando llegan a la edad adulta.


 1. ¿Por qué surge esta rivalidad?


La rivalidad entre hermanos suele tener su origen en las edades más tempranas y el conflicto se produce por el deseo de acaparar el cariño y la dedicación de los padres y el miedo a que la competencia del hermano menoscabe esas atenciones.

Las rivalidades entre hermanos están muy relacionadas con los celos y envidias provocados por distintas situaciones.

Generalmente, los hermanos mayores pueden sentor de celos ante la competencia que supone un nuevo hermanito con respecto a la atención y cariño de los padres. Este sentimiento, puede ir desapareciendo o irse asentando con el transcurso de los años, dependiendo en muchas ocasiones, de la actitud de los propios padres.

En algunas ocasiones, los hermanos mayores, manifiestan cierta hostilidad hacia el pequeño, ya que lo ven como un usurpador.

El pequeño por su parte, poco a poco, establecerá mecanismos de defensa y buscará combatir esa hostilidad con sus propias armas.

Pero no tiene porqué ser siempre el hermano mayor quien se sienta agraviado. Hay multitud de cuestiones que pueden generar un sentimiento de agravio en uno de los hermanos, el hecho de que uno sea más brillante en los estudios o tenga un carácter más extrovertido o más afable, puede provocar un problema de celos o envidias y un sentimiento de agravio en el otro hermano por el trato diferencial dispensado por los padres, a veces inconscientemente.

El comportamiento de los padres puede hacer que se minimicen los efectos y que esa rivalidad se vaya diluyendo, o por el contrario que aumente y se acabe convirtiendo en un problema.
Los padres deben ser extremadamente cuidadosos en intentar ser equitativos y justos en los premios y castigos entre sus hijos. No obstante, cuando los padres tienen cierta preferencia por alguno de sus hijos, es advertido rápidamente por los otros hermanos, ya que aunque intenten ser lo más equitativos posibles en el trato, la manera de mirarlos, sonreírles o el tono al dirigirse a ellos, delata esta preferencia.

 2. ¿Qué debemos evitar los padres para no potenciar la rivalidad?


Tenemos que pensar que no siempre se puede culpar a los padres de los celos y envidias entre hermanos que den lugar a una excesiva rivalidad.

Muchas veces, es el propio carácter de los niños y su actitud excesivamente egoísta, la que da lugar a estos desencuentros.

Los padres, no obstante, debemos evitar una serie de actuaciones para no potenciar esa rivalidad:
- Debemos evitar un exceso de intervencionismo. Siempre que sea posible, es bueno que los niños resuelvan sus rencillas por ellos mismos. Cuando intervenimos constantemente solemos defender a la parte más débil, lo que puede llevar al otro a pensar que siempre nos ponemos del lado del hermano.

-  No hagamos comparaciones entre los hijos, ya que esto fomenta la competencia entre ellos.

- Tampoco es positivo obligar a los niños a que jueguen juntos cuando están enfadados, ya que sólo lograremos aumentar la tensión entre ellos. Debemos respetar ese momento y esperar que las cosas vuelvan a su cauce.

3. ¿Qué podemos hacer los padres para reducir la rivalidad? 




Hay una serie de cosas que los padres debemos intentar para evitar un exceso de rivalidad entre los hermanos:

- Hacer ver a cada niño su importancia dentro de la familia, dándole responsabilidades. Por ejemplo, animando al hermano mayor a que cuide del pequeño, que le ayude en algunos deberes, etc. Esto hará que se sienta valorado y conseguiremos que mejore la relación.

- Fomentar la generosidad y la solidaridad, ya que es la mejor manera de evitar los comportamientos egoístas.

- Tratar a cada niño de una manera individualizada, buscando tiempo para estar a solas con cada uno de ellos.

- Hacerles ver que cada hijo tiene edades y circunstancias diferentes y, por lo tanto, también tienen responsabilidades y privilegios distintos.

- Felicitar a los niños cuando veamos que tienen una buena relación y que son capaces de resolver sus propios conflictos.

4. Efectos de la rivalidad entre hermanos 


Como hemos señalado anteriormente es normal que entre hermanos exista cierta rivalidad, especialmente si son del mismo sexo y de edades cercanas, esto es debido a que compiten en un mismo nivel en cuanto a privilegios y obligaciones dentro del ámbito familiar.

Por otro lado hay ciertas edades en las que los hermanos discuten y se llevan la contraria por sistema. Es muy frecuente que hermanos que con 11 o 14 años están continuamente de pelea, a los 21 o 24 se lleven estupendamente y no tengan el más mínimo problema.

Esta rivalidad que podemos calificar como moderada, no sólo no es perjudicial, sino que puede ser beneficiosa para la educación y desarrollo de los hijos, ya que enseña a nuestros hijos a desenvolverse y a afrontar conflictos fuera del ámbito familiar.

Sin embargo, cuando esta competencia pasa los límites de lo habitual puede tener efectos muy negativos. Pueden llegar a convertirse en personas con baja autoestima y resentidas cuando no consiguen los éxitos en la vida que ha conseguido el hermano con quien competían constantemente y también se pueden convertir en personas excesivamente competitivas, que vean en todo el mundo a rivales potenciales.

Lo normal es que los hermanos discutan y se peleen cuando son niños y que a lo largo del tiempo se vayan limando esas diferencias y cuando sean adultos tengan una relación quizás menos intensa pero si más apacible y menos problemática.

Cuando no ocurre esto y la relación se va haciendo cada vez más tensa, es que hay un auténtico problema de rivalidad entre hermanos.

En ocasiones, esta rivalidad hace que algunos hermanos dejen de hablarse. Los problemas entre hermanos adultos pueden surgir por cualquier causa: herencias, cuidado de los padres, mal entendimiento con los cónyuges, etc., pero muchas veces tienen sus raíces más profundas en un exceso de rivalidad y competitividad cuando eran niños o jóvenes.

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