1. Los celos en la pareja
Existen parejas que consideran los celos como algo incluso positivo, pero lo cierto es que para algunas parejas, los celos se convierten en una pesada losa de la que tirar en el día a día de su relación, hasta el punto de agotar sus fuerzas y cesar en el intento.
Descubrir el “modus operandi” de tan enigmática emoción parece una buena idea. Aprender a conocerlos, a identificar las sensaciones que nos provocan y sobre todo descubrir la mejor manera de controlarlos, antes de que ellos sean los que nos controlen a nosotros.
2. De dónde vienen los celos
Existen el adjetivo celoso/a y el sustantivo celo como "el afán con que una persona se ocupa en mantener algo que le pertenece". En otra acepción, celo "es el periodo de tiempo en el que la hembra de una especie dada es disponible sexualmente". Existen palabras relacionadas como recelo: "aquella actitud de temor o desconfianza ante cierta cosa que se sospecha que puede ocultar algún peligro o inconveniente", que parece vincular a los celos con una emoción relativa a la desconfianza o a la sospecha.
De tales descripciones podríamos intuir que los celos tienen que ver con la propiedad privada, con el sentido de posesión. El mismo vínculo que una persona puede tener con su ganado, sus tierras, su dinero o su territorio. Los celos no son sino una cosificación del otro, una cosificación que se hace en nombre de un derecho de propiedad sobre “algo” que se supone nos pertenece.
Estamos hablando de una emoción compleja, que constituyen una amalgama de sensaciones, pensamientos y conductas relacionadas con un temor, un temor a perder algo que se posee. Parece oportuno diferenciarlos de la envidia, que aparece ante el deseo de poseer algo de lo que se carece. Y es que en ocasiones celos y envidia comparten un territorio común que muchas veces se yuxtapone y converge en una actitud, hipervigilante, temerosa, hostil o hipercrítica. Y es que no siempre se puede poseer a las personas, aunque se tenga la ilusión de estar haciéndolo.
3. Celos y amor
Un interesante hallazgo de la teoría sistémica es el carácter legitimador de los celos respecto al amor: si alguien es capaz de sentir que los celos son un ingrediente inevitable del amor, está condenado a sufrirlos de por vida, ya que le comunica a la pareja celosa que sus celos operan como expresión amorosa, como demostración de amor.
“Tienes celos porque me amas”. Según la teoría que da como creador de los celos al “amor romántico”, los celosos comienzan su escalada obsesiva con una legitimación que procede, una vez más del ideal de amor romántico. En este ideal anida la creencia de que los celos no sólo son una consecuencia inevitable del amor, sino también una demostración de este.
Pero hay autores que no consideran que esta creencia que liga amor y celos sea un mito. David Buss (profesor de psicología en la Universidad de Texas) en un estudio realizado con estudiantes universitarios estadounidenses señala que un 33% de los encuestados sufre de celos (mostrando síntomas como pérdida de autoestima, abuso verbal, peleas o pánico de ser acosado). Lo más curioso de este estudio, es que el 46 % de los encuestados consideró los celos como una consecuencia inevitable de amor verdadero.
4. Celos positivos
En este sentido, el mismo Buss observó en un trabajo con estudiantes de la Universidad de Western (Illinois), como aquellas parejas de jóvenes que mostraban un mayor nivel de celos tenían mayor probabilidad de mantener una relación duradera, es decir aquellas parejas que puntuaron más alto en la escala de celos de David Buss, permanecían juntas 25 años más tarde.
Desde un punto de vista cognitivo-conductual, los datos obtenidos por el profesor Buss que apoyarían la idea de que efectivamente un grado moderado de celos prolonga el éxito de la pareja, se podrían explicar atendiendo a las sensaciones que se producen ante los celos.
Cuando alguien tiene la sospecha de que su pareja puede sentirse atraída por otra persona, ésta acostumbra a experimentar en el clímax del ataque de celos una serie de respuestas similares a la ansiedad (taquicardia, aumento en la frecuencia respiratoria, irritación, nudo en el estómago, etc.) además focaliza su pensamiento en la pareja (¿dónde estará? Últimamente no me hace tanto caso, etc.) e intenta saber de él/ella (llamadas, preguntas a amigas).
Por otra parte, cuando alguien está enamorado las sensaciones que experimenta, aunque los motivos puedan ser diferentes, son muy similares a las enumeradas en los celos; taquicardia, aumento en la frecuencia respiratoria, irritación, nudo en el estómago, focalización de pensamiento en la persona amada (¿Dónde estará? ¿Qué estará haciendo? ¿Le gustaré?) e intentos por saber de él/ella (llamadas, preguntas a amigas).
La paridad de en ambas respuestas fisiológicas, cognitivas y conductuales explicarían cómo las parejas que sienten cierta cantidad de celos son más duraderas, ya que por así decirlo, están más tiempo “enamoradas”. Cuando se agota la sensación de enamoramiento, ésta se mantiene por las sensaciones (cuasi idénticas) provocadas por los celos.
5. Cuando los celos son un problema
Una persona patológicamente celosa cree ser dueña de los sentimientos de su pareja, rompiendo el equilibrio que supone la relación de dos personas iguales. Este tipo de celos suelen acabar por socavar la personalidad y el bienestar de ambos.
Por último, cabría mencionar la posibilidad de padecer celos que sin llegar a ser delirantes, si son lo suficientemente tormentosos para el paciente como para ser incluidos en una categoría nueva. Sin embargo, tanto en psiquiatría como en psicología, las celotipias no delirantes simplemente no existen, a pesar de la evidente realidad de este fenómeno.
6. En resumen...
La razón fundamental que justifica esta ausencia de investigación está en que la aproximación científica a los celos no puede hacerse con el mismo rigor que a otras emociones humanas. Y es que los celos constituyen más bien un complejo constructo difícilmente mensurable, en el que interactúan diferentes emociones y pensamientos.
Y concluimos con la voluntad de haber ayudado al lector, en la medida de lo posible, a conocer un poco mejor a tan escurridizo enemigo, ¿O amigo?. Usted decide.
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