jueves, 31 de mayo de 2012

El papel del padre en el día a día

Cada vez son más los hombres que disfrutan de su papel de padre en el día a día. Se implican en la educación de sus hijos y viven la paternidad de forma comprometida y responsable. El papel del padre es fundamental para una educación en valores y para el desarrollo de la personalidad del niño.

1. Vivir la paternidad

Tradicionalmente la figura paterna ha estado limitada a proporcionar el sustento económico a la familia. En España, es a partir de la década de los 80 cuando los padres empiezan a formar parte activa de la familia, participando especialmente en todo lo referente a la educación y al cuidado de los hijos.

Hoy en día es frecuente encontrar un padre en el supermercado, o bien realizando las funciones del hogar, o dedicándose al cuidado de los pequeños tanto en el aspecto físico (aseo personal o eligiéndoles la ropa que se han de poner), como en el aspecto educativo (tutorías en el colegio, tomándoles las lecciones, aconsejándolos o corrigiendo sus conductas).

Pero lo más importante es que estos padres se implican en la educación y el desarrollo de sus hijos. Entienden su responsabilidad ante la paternidad y no delegan en la madre sus obligaciones paternas. Han entendido su rol paterno como una constante diaria y disfrutan del día a día con sus hijos. Conocen su mundo, sus amigos, su forma de actuar, sus profesores... y no se limitan a observar y dejar que otros los eduquen. Son ellos los que asumen esta función, enriqueciéndose además de ella. Son padres que viven su paternidad.

Cuando el padre forma parte del día a día de sus hijos y, por tanto, de su educación y desarrollo como persona, les está dando desde pequeños una visión más abierta sobre la familia. Están educándolos en la igualdad entre hombre y mujer.

La imagen que los hijos tendrán de sus padres no será la de un padre que sólo trabaja fuera de casa o la de una madre que, además de trabajar fuera de casa, se encarga de las tareas domésticas. Los hijos aprenden en su hogar que no hay diferencias de sexo ante las responsabilidades y las obligaciones familiares y, por tanto, que las funciones personales no tienen sexo.


2. Paternidad y trabajo


Son muchos los padres que están tan absorbidos por su trabajo que apenas tienen tiempo para su familia. Llegan cansados a casa después de una larga jornada de trabajo y cuando llegan sus hijos ya están durmiendo. Su relación con los hijos se limita al fin de semana.

Algunos de estos padres son conscientes de que un exceso de trabajo puede llegar a empobrecer la relación con sus hijos y ponen soluciones organizándose mejor o reduciendo la jornada laboral, incluso hay quien renuncia a un ascenso porque le resta tiempo para estar con su familia.

Lo ideal es que el padre pueda dar a su familia el tiempo que necesita, es cuestión de prioridades.


  3. El padre y su bebé


El padre debe establecer una estrecha relación con su hijo desde el momento de su nacimiento. Aunque en los primeros meses de vida del bebé el papel del padre queda relegado a un segundo plano, sus atenciones y cuidados son fundamentales para empezar a relacionarse y a comunicarse con él.

Es cierto que existe una relación más intensa con la madre, debido a que en la mayoría de los casos, ella es imprescindible en la alimentación del recién nacido y porque además, el vínculo madre-hijo ya ha sido establecido desde el vientre materno. Sobre todo, se debe a que son ellas las que se encargan del cuidado del pequeño como consecuencia del permiso materno del que disponen tras el parto. Pueden dedicarles más tiempo a su bebé.

Eso no significa que el padre quede exento de los cuidados de su hijo. Aunque disponga de menos tiempo para estar con el bebé, debe aprovecharlo al máximo y desde el mismo momento de su nacimiento, disfrutar de los ratos que comparten y de sus tareas y funciones como padre, como calmarlo cuando llore, cambiar pañales o darle el biberón.

Ha de tener claro que estas tareas forman parte de sus obligaciones. No es una ayuda que presta a su mujer sino un deber de padre.

En definitiva, se trata de cubrir las necesidades básicas del bebé y de empezar a establecer una relación afectiva, cuidándolo y mostrándole cariño. Para ello, debe hablarle, acariciarlo, abrazarlo y jugar con él. Es fundamental para empezar a relacionarse con su hijo y así tener en un futuro una comunicación abierta y de confianza mutua.


4. Cuando los hijos crecen


El padre tiene que mantener una relación cordial y de confianza con su hijo. De lo contrario, conforme vaya creciendo y sea más mayor, más incómodos se sentirán el uno con el otro y, por tanto, menos deseos tendrán de pasar tiempo juntos.

Son muchas las oportunidades que un padre tiene a lo largo del día para tratar a su hijo e interesarse y preocuparse por sus cosas. Tener la costumbre de mantener un rato de charla diaria con él y conversar mucho, es esencial para una buena relación.

En las conversaciones, se debe huir de los largos sermones y de palabrerías inútiles. Hay que aprovechar estos ratos de conversación para reforzar los aspectos positivos de su hijo y para corregir conductas no deseadas.

De la labor diaria de los padres dependerá su educación tanto presente como futura. Educar en valores haciendo de ellos personas responsables, ordenadas, trabajadores, alegres, educadas, solidarias, etc. es la obligación de padres responsables que ponen esfuerzo e interés en su labor diaria. Esta labor no es sencilla ni está exenta de complicaciones, pero es esencial para en un futuro no sorprendernos con hijos groseros, mentirosos, sin autocontrol y maleducados.

El padre y la madre deben estar de acuerdo en la forma de educar a sus hijos y en los valores que desean transmitirles. Los hijos necesitan que sean personas coherentes, que mantengan entre sí un acuerdo sobre la forma de criarlos y sobre las funciones que cada uno tiene que desempeñar en el hogar.

El padre ha de ser consciente de lo importante que es su papel en cuanto al desarrollo y maduración de la personalidad del niño. El papel del padre incluye tener una relación estrecha y amigable con su hijo, con el fin de poder ayudarle a madurar y a orientarlo en la vida, cubrir sus necesidades tanto materiales como afectivas, dedicarle tiempo y formar parte de su educación, así como apoyar y respetar a la madre en todo momento.


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