¿Qué pasa con una relación amorosa de muchos años? Si no se ama con
madurez, el amor romántico se termina en poco tiempo, se extingue en su
propio ardor y se diluye como una pompa de jabón.
El amor maduro hace que una pareja perdure, se acompañe en el viaje
de la vida sin infidelidades, rencores ni resentimientos, mirando
siempre hacia adelante.
Algunos no maduran, son como algunos frutos que se caen de los
árboles antes de tiempo, estando aún verdes, torciendo su destino y
quedando agrios y secos.
Erich Fromm, psicólogo y filósofo humanista (1900-1980) en su libro
“El arte de amar”, afirma que el amor maduro no es amar al otro porque
lo necesito sino necesitarlo porque lo amo.
El amor puede trascender las barreras del tiempo. Incluso en la
vejez, que no es una enfermedad ni el fin del amor, sino una etapa
natural e inevitable que podría ser la mejor; el amor perdura; y como
el vino, con la edad adquiere un carácter propio y se ennoblece.
Con los años, el amor madura, se vuelve más real y menos ilusorio, se
ama a una persona única aceptándola tal cual es, abandonando la espera
estéril e inútil de los ideales para que se ajuste a nuestras
expectativas.
Llegar a conocer al otro es una tarea ardua que lleva tiempo y a
veces no hay tiempo que alcance, porque toda persona es insondable.
El conocimiento del otro llega a través de experiencias compartidas,
de proyectos realizados, del contacto cotidiano que hace que con una
mirada se comuniquen y se entiendan.
El amor maduro se nutre de confianza y de sabiduría, necesita haber
transitado a través de la vida siguiendo su curso natural sin necesidad
de que ninguno de los dos hayan necesitado vivir aventuras pasajeras
para sentirse vivos, como si se estuvieran perdiendo algo.
La felicidad que se siente al estar dispuesto a aceptar el desafío de
un compromiso a largo plazo, hace que un proyecto de pareja estable que
resista el paso de los años, valga la pena.
Porque los ideales inalcanzables no se concretan, son quimeras que
dejan frustración y vacío interior, fantasmas que nos persiguen desde la
sombra, que aún sobrevive, de nuestro narcisismo arcaico.
Una verdadera relación sólo se puede lograr cuando hay diferenciación
entre el yo y el otro, es la aventura de mantener la llama encendida,
la intimidad de dos almas que anhelan estar juntas aunque sean distintas
y la oportunidad de aprender de las diferencias y poder sentirse
completo.
Como Erich Fromm concibe, el amor no es sólo una forma personal de
vincularse sino una actitud que tiene el carácter maduro para
relacionarse.
Más grande que el miedo a no ser amado es el miedo inconsciente pero
real, a amar, el que lleva a fracasar a las relaciones amorosas.
El amor, más que algo que tenemos que encontrar, es una facultad que
hay que aprender a crear y desarrollar; para poder satisfacer la
necesidad profunda que tiene todo ser humano de superar su estado de
separación, trascender su individualidad y poder fusionarse con el otro.
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