martes, 24 de abril de 2012

Todos buscan la felicidad, pero muy pocos saben lo que están buscando.

¿Es posible alcanzar la felicidad como un estado permanente y una manera de vivir la vida?

Definitivamente sí.

Pero para entender cómo llevar nuestra vida a un estado bienestar y plenitud, para entender cómo vivir felices, debemos hablar primero un poco sobre la felicidad.
Pensemos un momento algo que parece obvio, aunque no lo es tanto, ¿qué es la felicidad?

Evidentemente no es fácil definirla, pero todos estaremos de acuerdo en que se trata de algo que sentimos. Quizá este sentimiento vaya acompañado de muchas otras cosas como una especial manera de pensar, o una actitud particular, pero es un hecho que la felicidad es de alguna forma un sentimiento.

También podemos estar seguros de otra cosa: es un sentimiento positivo. Uno que provoca una sensación placentera y que es cercano a la alegría, a la sensación de plenitud y de gozo de la vida.

No podemos definirla con claridad, porque no es posible reducir a palabras el maravilloso mundo de los sentimientos, pero sí podemos entonces decir, por lo menos, que la felicidad es un sentimiento positivo que inunda nuestro ser cuando lo podemos alcanzar.

Ahora bien, todos los sentimientos son en realidad fenómenos que se crean en nuestro interior gracias a cierta forma particular de estimular a nuestro cerebro. Si nuestra mente percibe que el mundo a nuestro alrededor puede ser peligroso, activa una serie de estructuras cerebrales que nos provocan el sentimiento de miedo. Por otro lado, si nuestra mente percibe que nuestro mundo es un lugar de gran seguridad y abundancia en cosas que nos hacen sentir bien, nos genera un sentimiento de bienestar, seguridad y ánimo.

Lo importante de este punto es el hecho de que los sentimientos no los provoca el mundo exterior, sino que los crea nuestra mente. Es la mente la que analiza lo que sucede en el mundo exterior y luego activa ciertas zonas de nuestro cerebro para provocar la aparición de del sentimiento que, según lo que la mente ha aprendido a lo largo de la vida, resulta adecuado a la situación. Los sentimientos no existen en el mundo físico exterior, son una creación de nuestra psique.

Una demostración simple: ¿por qué a un niño del campo le puede resultar muy divertido un juguete que a un niño de la ciudad no? No es el juguete lo que genera la alegría de un niño, sino la manera en que su mente ha aprendido a reaccionar cuando ve ese juguete. Si ha aprendido a verlo como algo novedoso, o divertido, su mente le genera un sentimiento positivo. Si lo ha aprendido a ver como un juguete pasado de moda o con el cual no sabe jugar, su cerebro no le genera gusto cuando lo ve. Es la mente la crea los sentimientos, no el mundo exterior.

Como la felicidad es en última instancia un sentimiento, podemos entender ahora que es nuestra mente la que la genera y no el mundo que nos rodea. Es por esto que existen personas muy felices viviendo en circunstancias en las que otras personas no pueden ser felices. La felicidad no depende realmente del exterior, sino de los hábitos de nuestra mente.

Hablemos ahora de la meditación, para entender su relación con la felicidad. Meditar es el nombre general que se da a una amplia gama de ejercicios y técnicas de manejo de la mente que comparten una característica particular. Esta característica está profundamente ligada al tema de la felicidad.

Meditar, independientemente de la técnica o ejercicio del que se trate, es una manera de hacer que la mente se desconecte por unos momentos de su habitual manera de reacción frente al mundo exterior. Entre muchas otras cosas, la meditación provoca que la mente deje de generar sentimientos en relación con el mundo externo mientras se realiza el ejercicio y en lugar de ello, activa los circuitos y estructuras cerebrales que provocan sentimientos de bienestar, tranquilidad, ánimo, alegría y muchas otras emociones positivas.

Conforme más se practica un ejercicio de meditación, más fácil se genera el efecto de bienestar y más se independiza la mente de los estímulos que le provocan a generar sentimientos displacenteros. Además, conforme más se practica la meditación, más intensos, duraderos y abarcadores se convierten los sentimientos positivos que genera.
Imaginemos ahora que nuestra mente empezara a generar emociones de alegría, bienestar, seguridad y demás emociones positivas más a menudo en nuestra vida cotidiana. Imaginemos que poco a poco esas emociones se van haciendo más y más intensas, de manera tal que las podemos saborear con mucha facilidad y las sentimos claramente cada vez que las genera nuestra psique. 

Imaginemos también que esas emociones se tornan más duraderas durante el día y sobre todo que ese estado de ánimo alegre, positivo, de paz, confianza y seguridad casi no se altera cuando en el mundo exterior suceden cosas que normalmente nos harían sentir mal. Nos hemos vuelto casi inmunes a que se rompa nuestro estado de bienestar emocional.

Piensa ahora que cuando tienes un problema o una situación que resolver, esa energía positiva y el ánimo que tienes te hacen actuar con más fuerza, con más capacidad, pero sin perder una sensación positiva que permite disfrutar todo lo que estás haciendo en la vida. En lugar de sufrir los problemas, los enfrentas con ánimo y actúas. Y al final, tus sentimientos de bienestar siguen ahí, estables, profundos, intensos, duraderos. Te sientes alegre, fuerte, con paz, saboreando y disfrutando la vida. ¿No es eso una buena manera de describir a alguien feliz?

La meditación, cuando es realizada como debe ser, es en muchos sentidos un arte para generar emociones positivas y útiles sin perder el contacto con la realidad, pero sin ser esclavo de lo que sucede en la realidad. Es una de las más poderosas fuentes de sentimientos positivos, estables y profundos que van abarcando todas las áreas de nuestro ser y de nuestra vida. Un ejercicio bien diseñado de meditación es un verdadero camino al autodescubrimiento, al conocimiento de la vida y a la felicidad… real y permanente.