jueves, 13 de octubre de 2011

Seguridad emocional

Quizá alguna vez se haya preguntado por qué es tan esencial tener una seguridad emocional. Y por qué al conseguirla se vive con una actitud de alerta relajada, con un sentimiento de estrés mucho menor. Esa creencia de que vivir de una forma insegura es inevitable no es cierta. Todos a lo largo de nuestra vida hemos sentido algún temor en algún momento concreto, ya sea con un fuerte ruido que nos sorprende desprevenidos en mitad de la noche, cuando viajamos en un automóvil a una velocidad excesiva y el chofer no da signos de querer frenar, cuando vemos una película de terror, etc.

Esta sensación es totalmente positiva y normal. Sin embargo cuando este tipo de temores se interpone en nuestro camino y no nos permite funcionar, entonces decimos que es un miedo inútil que tenemos que eliminar.

La seguridad emocional se puede aprender a controlar e incluso renovar.

Cuando nos sentimos enérgicos y con relativa tranquilidad, la percepción que tenemos del mundo y de los problemas que se nos presentan, es muy diferente a la que tenemos cuando estamos cansados y malhumorados. La actitud tensa y rígida no nos ayuda durante un conflicto, al contrario muchas veces puede incluso llegarnos a bloquear por completo.


Con la calma de nuestro lado, somos capaces de aumentar nuestro campo de percepción, es decir, nuestra capacidad para evitar el peligro crece y somos más sensibles ante las oportunidades que se nos presentan.

Nuestra persona física no se limita a nuestra piel, todos necesitamos en espacio propio en el que nos sentimos cómodos. Nos damos cuenta de esto cuando alguien se nos acerca demasiado, no le vamos a dar el mismo espacio a un niño pequeño que a un extraño. La sensación de incomodidad y de que han asaltado nuestro espacio saltará mucho antes con un extraño que con un niño, al que le permitiremos acercarse sin incomodarnos.


Nuestra capacidad para establecer los límites es muy variada, podemos hacerlo mediante el contacto visual, con nuestro propio cuerpo (según la postura y los gestos), y con nuestra voz. Aunque la distancia a mantener varía según los hábitos y las tradiciones culturales, emplee el sentido común y nunca invada el espacio de otra persona.

Si es usted de esas personas a las que el enfado les inunda en repetidas ocasiones a lo largo del día, (bien por un desaprensivo que le empuja por la calle, por tener que hacer cola para hacer la compra, por algún conductor poco considerado) tiene que ser consciente de que eso equivale a una pequeña dosis de veneno que entra directamente a su cuerpo. En ciertos momentos es algo saludable, pero usted debe ser consciente y valorar si merece la pena conceder tanta importancia a ese hecho y permitir que nos arruine ciertos momentos del día.

Debe darse cuenta de que no es bueno que la cólera haga acto de presencia diariamente y de forma incontrolada varias veces, ya que está atentando contra su propia salud y tranquilidad. Mantenga la serenidad y aprenda a canalizarlo y utilice esa energía para alguna otra cosa más productiva y en su propio beneficio.

Una parte importante del estrés lo provocamos nosotros mismo mediante nuestro diálogo interno, esas conversaciones internas nos hacen polvo y en vez ayudarnos nos hunden. (“Ya estamos otra vez, siempre molestando”, “Parece que no entiende lo que le digo”, “ya viene tarde otra vez, siempre estoy esperando”).

Convierta esas conversaciones en algo más positivo y no destructivo que le ayuden a mantener cierta tranquilidad emocional. Impida que le inunden ese tipo de pensamientos negativos que alimenten su enfado.


Fuente