Siete formas de mantener tus propósitos
Dejar de fumar, bajar de peso, hacer ejercicio, comer
mejor, viajar, pasar más tiempo con los niños... Llega diciembre y empiezan las
listas de propósitos para el 2013. Todos queremos que el cambio de vida dure más
de tres meses, pero se necesita mucha fuerza de voluntad.
Si en el fondo de tus motivaciones están la culpa,
el miedo o la frustración, es probable que no llegues muy lejos. Pero
hay un motor más poderoso para alimentar tu voluntad de manera
sostenida: la gratitud.
Gratitud. Ser agradecido
con la vida es una forma de fortalecer la voluntad. Por ejemplo, quien
vive quejándose de lo que no tiene genera frustración, que es el extremo
opuesto a la motivación. Si cada queja tuviera un valor en la escala de
la fuerza de voluntad, ese sería -1. Quien agradece porque cada día es
una nueva oportunidad para aprender y cambiar, (sea un buen o un mal
día) tendrá una mejor disposición para convertir la experiencia en un
cambio positivo. El valor de la gratitud en la escala de la fuerza de
voluntad es +1. La gratitud suma. La frustración resta.
Motivación en los demás. "Ayudar a quien más lo necesite",
"Rescatarlos del olvido", "Salvar vidas". Los eslogans de las campañas
de voluntariado ponen énfasis en quien recibe la ayuda y no en quien la
da. Tal vez por eso no funcionan muy bien. Veámoslo de otra manera: uno
piensa que está "rescatando" al otro, pero cuando la ayuda es genuina,
es el otro el que nos rescata de la indiferencia, son los otros los que
nos devuelven la sorpresa, son ellos los que nos hacen poner los pies
sobre la tierra para vincularnos de otra manera con la vida. Ofrece tu
ayuda genuinamente y recibirás más enseñanzas que cualquier curso de
motivación personal.
Micro y macro. La gratitud es el combustible de la fuerza de
voluntad, por eso hay que aprender a encontrarla en sus distintos
estados. Solemos pensar que se da con la familia o en el trabajo, pero
también se da en otros ámbitos. Ejemplos: la señora del lugar donde
comes a diario hizo un platillo delicioso; alguien te cedió el paso en
el metro; una película, una canción en el radio, un paisaje, un árbol o
una hormiga te hicieron comprender algo.
Sigue la cadena. La gratitud es como un recurso renovable que
genera reacciones en cadena. Mira a tu alrededor y encontrarás la
ocasión de devolver un favor o una palabra de apoyo, así como otros lo
hicieron contigo. Eso fortalecerá tus vínculos y mejorará tu disposición
al cambio.
Toma distancia de las redes sociales.
Así como hay videos y posts que resultan inspiradores, también hay
otros que pueden hacerte sentir menos afortunado o incluso frustrado. Si
esta sensación se vuelve recurrente, toma distancia, deja pasar unos
días lejos de tu Facebook y enfócate en tu propio potencial. No se trata
de competir con los demás sino de comprender que formamos parte de un
complejo sistema de relaciones donde cada quien tiene un rol que
cumplir. Reconocerlo es el punto de partida para retomar tus propósitos.
Desactiva la culpa. La cultura en la que vivimos nos enseñó a
sentirnos culpables por ser afortunados: "¿cómo puedo ser agradecido
por lo que tengo cuando otros no tienen nada qué comer?". Esta forma de
pensar es una trampa. La culpa no beneficia a nadie sino que paraliza
nuestra capacidad de entender al otro y sobre todo, de emprender
acciones movidas por una voluntad genuina. Reconoce y agradece lo que
tienes, después pon esos dones a funcionar. Estamos conectados, de
manera que cada una de nuestras acciones tiene un impacto en el mundo.
Practica. El motor de la voluntad se enciende a partir del
reconocimiento. Pero estamos más acostumbrados a juzgar que a sentir
gratitud. Si vas a ir al gimnasio, que tu motor no sea la culpa o los
juicios (comí demasiado, estoy gorda, nadie me va a querer). La gratitud
es un aliciente más duradero y profundo: agradezco la posibilidad de
hacer ejercicio porque mejora mi salud, me hace valorar el poder de mi
cuerpo y me permite disfrutar la vida. ¿Suena mejor?